Las costumbres, las odiosas pero amadas costumbres permiten que nuestros ojos permanezcan vendados por bastante tiempo, más del que uno quiere, o simplemente, se percata... Más allá del tiempo, más allá de la cotidianidad, existe un punto en la vida de la especie humana, aquella especie despierta o semidormida, en el cual comienza a cuestionar hacia donde fija la vista, hacia donde dirige sus íntimos intereses, algunos superficiales, otros totalmente profundos e incuestionables. Es aquél punto el que define cómo vivirá la vida aquella persona, de qué manera la continuará, por ende, es totalmente trascendental. Aquí existen dos caminos, y quizás existan a su vez miles, pero considero que los que más abarcan son dos: uno completamente esencial para aquella cómoda con su estilo de vida y que no dejaría por nada, un asiento que ha sido testigo de su trasero por un tiempo indefinidamente eterno y que lo seguirá siendo; otro, por el contrario, que nos dirige hacia aquella vida dificultosa, llena de traspiés y obstáculos, pero que alcanza a exprimir hasta el ultimo jugo de lo virtuoso, de lo realmente bello, o de lo realmente malo. El primer camino no será profundizado por este humilde escritor, pues todos quizás, de una u otra forma, conocemos el destino y el desenlace de aquél. En cambio el segundo merece la pena ser profundizado, analizado, reinventado e imaginado, pues está lleno de configuraciones, cada una de ellas distintas unas con otras, especiales y profundamente espirituales.
He estado en mi hogar por casi toda mi vida, y he pensado mucho en aquellos recovecos que aún no visito de manera cordial, como una tela de araña en un rincón en donde antes solo había obscuridad. El asombro de esta vida se trata de aquello, ser testigos de elementos los cuales antes ignorábamos o simplemente no fijábamos la vista en ellos. El asombro viene tomado de la mano con la felicidad. Hasta en el interior de lo más malo que nos podría ocurrir existe un detalle que no tomamos en cuenta, pero quizás es aquél quien puede torcerle la mano a lo que podríamos considerar como malo. No se trata de ser felices y olvidar lo malo de nuestras vidas, pues esto es un completo error. Lo malo fortalece, y desechar la fortaleza nos hace débiles. Se trata de conciliar todo lo que nos ocurra en nuestra vida, sea malo o bueno, como algo que pertenece al mundo de lo oculto, algo que está completamente en la penumbra y que poco a poco debemos ir deshilachando para poder descifrar el mensaje que debemos percibir y así continuar descubriendo la sencillez de esta vida, o su complejidad. Jamás viviremos lo suficiente como para aprender todo sobre esta enigmática vida, pero si podemos vivir lo suficiente para alcanzar el asombro.
He estado en mi hogar por casi toda mi vida, y he pensado mucho en aquellos recovecos que aún no visito de manera cordial, como una tela de araña en un rincón en donde antes solo había obscuridad. El asombro de esta vida se trata de aquello, ser testigos de elementos los cuales antes ignorábamos o simplemente no fijábamos la vista en ellos. El asombro viene tomado de la mano con la felicidad. Hasta en el interior de lo más malo que nos podría ocurrir existe un detalle que no tomamos en cuenta, pero quizás es aquél quien puede torcerle la mano a lo que podríamos considerar como malo. No se trata de ser felices y olvidar lo malo de nuestras vidas, pues esto es un completo error. Lo malo fortalece, y desechar la fortaleza nos hace débiles. Se trata de conciliar todo lo que nos ocurra en nuestra vida, sea malo o bueno, como algo que pertenece al mundo de lo oculto, algo que está completamente en la penumbra y que poco a poco debemos ir deshilachando para poder descifrar el mensaje que debemos percibir y así continuar descubriendo la sencillez de esta vida, o su complejidad. Jamás viviremos lo suficiente como para aprender todo sobre esta enigmática vida, pero si podemos vivir lo suficiente para alcanzar el asombro.
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